1 de julio de 2017

Cómo cuidarte cuando estás enamorada: la salud emocional y el amor romántico





Queremos estar sanas, queremos estar guapas, queremos sentirnos bien con nuestro cuerpo, pero, ¿qué pasa con nuestra salud emocional y mental?. Todos los días nos bombardean con el tema de la salud y lo importante que es cuidarse la línea, comer bien, hacer ejercicio, evitar el sobrepeso, e invertir recursos y tiempo en nuestro aspecto físico. Son mensajes que nos lanzan a nosotras las mujeres para que nos hagamos sumisas a la tiranía de la belleza y luchemos contra nosotras mismas: contra nuestras arrugas, canas, esos kilos de más, esas imperfecciones, el vello corporal, los michelines, las patas de gallo, etc. Sin embargo, no nos hablan de lo importante que es trabajar nuestro bienestar, y nuestra felicidad. 

Apenas tenemos herramientas para cuidarnos: nos educan para que cuidemos a los demás. Nos hacen creer que las mujeres nacemos con un don especial para entregarnos al amor, para sacrificarnos por los seres queridos, para cuidar bebés, gente anciana, enferma o con discapacidades, por eso la mayoría de nosotras lo hacemos gratis, y las que se dedican a ello profesionalmente cobran salarios de miseria, en condiciones indecentes, en la mayor parte de los países del mundo. 

En nuestra cultura no se habla del auto-cuido, de lo importante que es cuidarse bien, quererse bien, tratarse bien, ocuparse y preocuparse por una misma: cuando lo hacemos nos sentimos egoístas y culpables, porque los mandatos de género nos empujan a olvidarnos de nosotras mismas para poder dar amor y cuidados a los hombres con los que nos emparejamos. Y sabemos apoyar emocionalmente a todo el mundo, pero no a nosotras mismas cuando nos toca vivir momentos de nuestras vidas difíciles o terribles: separaciones de pareja, muertes de seres queridos, o momentos de crisis personal en la que parece que todo se hunde y no encontramos la salida.

Cuando caemos en una depresión o en cualquier otra enfermedad mental, tenemos la ayuda de profesionales (terapeutas, psicólogas, psiquiatras, etc.), pero apenas trabajamos en el área de la prevención: ¿cómo podemos evitar llegar a situaciones de sufrimiento extremo?, ¿cómo podemos ahorrarnos el intenso dolor que sentimos cuando nos invaden las emociones, y nos encontramos sin herramientas para gestionarlas?

No nos enseñan educación emocional en la escuela: sólo podemos pedir ayuda cuando ya ha sucedido el desastre. Es entonces cuando, después de trabajar mucho para salir de las depresiones, entendemos lo importante que es cuidarnos y querernos bien a nosotras mismas, tratarnos bien a nosotras mismas, velar por nuestro bienestar y nuestra felicidad, y construir redes de afecto para combatir la soledad y la dependencia. 

La depresión y las enfermedades mentales han experimentado un aumento vertiginoso en estos tiempos de individualismo feroz: la soledad y la tristeza causan estragos entre la población. Cada vez nos suicidamos más y consumimos más medicamentos para calmar la pena y manejar el dolor, pero no hay pastilla que nos cure las heridas del alma, que nos borre recuerdos traumáticos, que nos enseñe a gestionar nuestros sentimientos y nos ayude a aprender a relacionarnos con los demás. 

En el ámbito del amor romántico, esta falta de herramientas nos lleva al desastre sentimental, no una, sino varias veces a lo largo de nuestra corta vida. Nos arrojamos al amor desnudas porque nos hemos creído este rollo de que el amor es ciego, y que cuando Cupido nos lanza sus flechas y nos alcanza el corazón, no hay nada que podamos hacer excepto entregarnos al amor sin resistencia. Abrimos nuestro corazón, nos volcamos en el amor, nos creemos que enamorarse es tirarse al vacío sin cuerdas, sin arnés, sin casco, sin protección de ningún tipo. El amor de las películas es una enfermedad, un hechizo, una locura que nos trastorna, y nos trastoca por completo. Dejamos de pensar racionalmente, de ser adultas responsables, de cuidarnos y querernos, como si estuvieramos poseídas por el demonio. Nos hace olvidarnos de toda la gente a la que queremos para poner en el centro al ser amado... Nos hemos creído el cuento de que al enamorarnos estamos condenadas para siempre a amar sin condiciones, a aguantar situaciones de maltrato y violencia, a ceder siempre en todo, a ser sumisas, a olvidarnos de nosotras mismas y de nuestra felicidad, a sacrificarnos y a sufrir por amor. 

Mitificamos a las sufridoras de nuestra cultura: todas las heroínas sufren por amor, lloran, lo pasan fatal, se olvidan de si mismas, se auto-lesionan y se suicidan. Así no hace falta que nos mate el patriarcado: ya vamos nosotras solas hacia la destrucción total, creyendo que es un acto de amor. Las mujeres que aman se hacen daño a si mismas y permiten que el amado las destroce el corazón y la vida: las mujeres siempre aparecemos como las grandes víctimas del amor, y eso nos hace especiales, nos pone guapas, nos convierte en heroínas. Como la Virgen María: adoramos su figura porque sufrió mucho por su hijo, porque se pasó toda su vida amando a su hijo y sacrificándose por él. 

En todas las películas de amor el mensaje que nos lanzan es que lo importante en la vida no somos nosotras, sino nuestra necesidad de tener pareja. Nos han convencido de que no hace falta que nos responsabilicemos de nuestro bienestar y nuestra felicidad: ya se encargará de eso el príncipe azul cuando lo encontremos. No hace falta que nos amemos a nosotras mismas: ya vendrá otro a amarnos, a protegernos, a cuidarnos, a solucionar nuestros problemas a cambio de nuestra capacidad para dar amor, sexo y cariño. 

Gracias a estos mensajes, nos creemos que  estamos muy necesitadas de amor, y por eso, como dijo Marcela Lagarde, nos enamoramos del primer tonto que pasa. Las consecuencias son tremendas: no es gratis esto de entregar nuestro corazón a cualquiera. Nos sale muy caro, en realidad: nos tenemos que pasar meses y años curándonos por las heridas que nos causa una relación fallida. Nos toca hacer talleres, leer libros, pedir ayuda profesional a terapeutas y psicólogas, nos toca hacer un inmenso trabajo para recomponer las piezas de nuestro pequeño corazón, para recuperar la alegría de vivir y la confianza en nosotras mismas. 

Sufrir por amor es tremendamente dañino: tiene un coste altísimo. Nos daña la salud mental y emocional, nos baja la autoestima, nos roba las energías, nos aísla del mundo que nos rodea, nos aleja de nuestros proyectos vitales, hace sufrir a la gente que nos quiere, y nos mete en burbujas en las que nos olvidamos de lo verdaderamente importante. 

¿Qué es lo verdaderamente importante? En orden de prioridades, primero Yo y mi bienestar. Luego mi gente querida y mi red de afectos. Y por último, el romance, que sólo puede darse cuando yo estoy bien y tengo mucho amor en mi vida: sólo así podré tener una relación sana, igualitaria, basada en el placer, la ternura, y la alegría de vivir. 

Cuidarse a una misma es un acto de rebeldía total: el patriarcado nos quiere sometidas por amor a los hombres, ocupadas en el cuido de los demás, o entretenidas en la búsqueda de pareja (alguien a quien cuidar, alguien que nos cuide). El patriarcado nos quiere tristes, amargadas, deprimidas, acomplejadas, envidiosas, locas, aisladas, por eso es tan importante cuidarnos y querernos bien a nosotras mismas, tratarnos bien a nosotras mismas, velar por nuestro bienestar y nuestra felicidad, y unirnos para combatir la soledad, ese gran miedo que nos hace necesitadas y dependientes de una pareja.

Cuidarse a una misma y quererse bien no es tan difícil, en realidad. Hay una técnica muy fácil que consiste en verse desde lejos como si fueras alguien a quien quieres mucho: tu madre, tu hermana, tu mejor amiga, tu hija. A ellas les deseas lo mejor, les das buenos consejos, te preocupas por su felicidad, haces lo que está en tu mano para ayudarlas, te enfadas si alguien quiere hacerles daño, las proteges y las defiendes cuando alguien quiere abusar de ellas o tratarlas mal, las apoyas cuando lo necesitan, las escuchas y las ayudas para que no se auto engañen si están sufriendo, las animas a tomar buenas decisiones, las empujas a liberarse de todo aquello que no las hace felices. 

Pues contigo puedes hacer lo mismo. Todas nosotras podemos hacer lo mismo: cuidarnos con el mismo amor con el que amamos a los demás. Y pedir ayuda si sentimos que no podemos solas, por ejemplo cuando estamos sufriendo mucho en una relación y nos avergüenza hablar de ello. Es importante que tengamos gente en la que poder confiar, gente que nos de consejos sensatos y nos hagan ver lo que nosotras no queremos o no podemos ver. 

Cuidarse bien es quererse bien: hay que buscar la manera de que la energía del amor emane de ti y llegue a ti, y pase por tu gente querida y por tus parejas, pero siempre vuelva a ti. La energía del amor es poderosa: hay que repartirla, no reducirla a una sola persona, y tiene que llegarte a ti también, porque el amor hacia una misma es la base de toda la relación de una con el mundo en el que vivimos.

Cuidarse bien es ocuparse y preocuparse por una misma. Es poder preguntarte de vez en cuando: ¿estoy bien?, ¿me siento bien? Si la respuesta es si, es importante disfrutar al máximo, no complicarte la vida, saborear cada momento, dar lo mejor de ti en la relación, permitirte ser feliz.

Si la respuesta es no, entonces hay que buscar soluciones, ser práctica, actuar con rapidez, tomar decisiones y establecer estrategias para cambiar todo aquello de nuestras vidas que nos hace daño y que nos impide ser felices. 

Una de las principales estrategias para cuidar tu salud mental y emocional es alejarte de la gente que te hace daño: sacarlos de tu vida. 

Cuando se trata de la pareja, esta idea ha de ser una norma fundamental. Hay que evitar a toda esa gente que necesita machacarte para aumentar su autoestima, que necesita dominarte para sentirse importante, que te chupa la energía y los recursos porque no tiene autonomía, que depende de ti pero te hace creer que eres tú la dependiente, que te miente pero te hace creer que estás loca.

A la gente que te trata mal para sentirse bien hay que tenerla bien lejos. También a todos aquellos que quieren cambiarte porque no les gustas tal y como eres, gente que quiere asilarte de tus seres queridos para poder manipularte a su antojo, gente que no sabe negociar ni hacer pactos, sino imponer sus deseos. Gente que te hace responsable de su bienestar para que te sientas culpable si no atiendes todos sus deseos y necesidades, gente egoísta y perversa que disfruta haciendote sufrir, que te da lecciones, que te humilla o se burla de ti. Es gente que se victimiza para chantajearte, amenazarte y hacerte sentir culpable, gente que en lugar de facilitarte la vida te la complica, gente que te mete en circulos viciosos de problemas y sufrimiento con espacios cortos de felicidad romántica que te compensan los malos tratos y los malos ratos. 

Luego están los que no son malas personas, pero igualmente te hacen daño porque no saben disfrutar del amor, o porque no tienen herramientas para gestionar sus emociones y para relacionarse con los demás. A veces la gente llega a las relaciones con mucho dolor acumulado, con mucha frustración, desconfianza, miedos, prejuicios, egoísmo, falta de empatía, rencores, y estructuras de guerra que nos impiden empezar las relaciones de cero y que pueden convertir cualquier relación en un infierno. 

No importa los problemas que  tengan: tú no eres responsable de los problemas de nadie, y no vas a curar a nadie, no vas a salvar a nadie, no vas a cambiarle la vida a nadie que no quiera cambiar por sí mismo/a. El alcohólico, el ludópata, el mentiroso compulsivo que se cura por amor es puro cuento: de las adicciones y los problemas solo se sale cuando uno quiere salir, y cuando pide ayuda profesional si siente que solo no puede.

Los milagros del amor sólo suceden en las novelas y en las películas románticas. Llega tu príncipe azul y te saca del encierro, de la pobreza, del paro, de la explotación, de la soledad: tu vida está llena de problemas, y el Salvador llega con las soluciones, se hace cargo de ti, asume la responsabilidad que tú tienes sobre tu bienestar y tu felicidad.

Nos dicen que sólo tenemos que esperar a que llegue ese príncipe azul, pero lo cierto es que en lugar de adoptar un papel pasivo como las princesas Disney, lo que tenemos que hacer es ponernos manos a la obra, asumir nuestra responsabilidad, poner el cuerpo en movimiento, propiciar los cambios, que sólo llegan cuando una se propone transformar aquello que no le gusta, no le hace feliz, o no le hace bien. 

En el ámbito de la pareja, es fundamental elegir buenos compañeros/as, gente linda con la que poder construir una relación basada en la honestidad, en la confianza, en el compañerismo. No te juntes con gente con traumas que pretende que tú les salves de su dolor, huye de la gente con problemas que se queja constantemente, huye de esos que le ponen "peros" a todo, huye de los que te dicen: "no me voy a enamorar de ti, no quiero tener pareja", pero les encanta sentirse queridos y admirados.

Huye de los chicos inseguros que no han trabajado su masculinidad, porque suelen ser autoritarios, celosos, no saben hablar de sus sentimientos, no saben expresarse ni comunicarse, son posesivos, son machistas, son dominantes y te piden a ti que seas sumisa para poder sentirse bien. 

Tú te mereces a alguien que sepa querer bien, que no tenga miedos, que no sea egoísta, que sepa tratar bien a la gente a la que quiere, y que quiera y sepa disfrutar del amor. Tú, y toda la gente que tenga ganas de enamorarse y vivir una historia de amor bonita, sin jerarquías, sin peleas, sin dramas y sin violencias. 

Si al leer este texto te das cuenta de que tú misma cumples con alguna de las características de la gente con la que es mejor no emparejarse, estás de enhorabuena: sólo pueden cambiar las personas que son conscientes de sus problemas, de sus defectos, y de sus puntos débiles. Hacer autocrítica es muy íútil y liberador: sirve para identificar todo aquello que queremos eliminar, transformar o mejorar de nosotras mismas. El objetivo final es ser mejor personas, y ser más felices.

Y para ser más felices, o al menos para poder estar bien, hay que quererse bien, y cuidarse mucho, y priorizar nuestra salud emocional antes que cualquier otra cosa. 

Otro de los actos de amor más grandes hacia una misma es terminar las relaciones que no nos hacen felices. Por ejemplo, las relaciones en las que no somos correspondidas/os. Cuando uno de los miembros está muy enamorado y el otro no, entonces duele. Cuando ambos están muy enamorados pero uno se desenamora poco a poco, entonces duele. Y duele mucho. Cuando no hay reciprocidad ni tampoco valentía para reconocer que no la hay, entonces empiezan los malentendidos, los conflictos, los llantos, los reproches, las acusaciones, las sospechas, los celos, las mentiras, los engaños, y el sufrimiento. 

Me preguntan mucho en mi Laboratorio del Amor: ¿cómo sé si ya no me quiere, ¿cómo sé si soy plenamente correspondida cuando me enamoro? Para eso creamos el termómetro del amor, una herramienta que creamos para ver en nosotras mismas las señales de enamoramiento y desenamoramiento, y luego aplicarlo a la pareja: podemos leer los sentimientos de los demás en su cuerpo, en sus gestos, en su comportamiento y en su forma de relacionarse con nosotras. 

La mayor parte de las mujeres que trabajamos en este grupo de estudio on line, coincidimos en que el mayor problema es el autoengaño: cuando no queremos leer las señales que el cuerpo y el comportamiento de la otra persona nos está lanzando.

Incluso cuando somos nosotras las que no nos estamos enamorando o las que nos estamos desenamorando, también nos auto engañamos. Nos cuesta admitir que algo no funciona, que algo está pasando, que nos vamos acercando al final… Si, resulta muy difícil decirle al compañero o a la compañera lo que sentimos cuando estamos pasando por una crisis, cuando no surge el romanticismo o cuando se acaba. 

Sin embargo, si no somos sinceros y sinceras, el dolor está asegurado: cuando no se sabe qué está pasando, se sufre mucho. 

Cuando preguntas y te responden mentiras, también se sufre mucho. 


Cuando la otra persona cambia su comportamiento y su forma de mirarnos, de relacionarse con nosotras, lo notamos y sufrimos mucho. 

Por eso parte de cuidarse a una misma consiste en eliminar el autoengaño, ser honesta con una misma y con la pareja. Se trata de sentarse frente a un espejo a charlar con una misma, de escucharse con atención, y de hacerse preguntas clave para saber qué nos pasa, qué sentimos, qué queremos, qué necesitamos. Así es más fácil sentarse a hablar con la otra persona. 

También las amigas ayudan mucho a ver la realidad cuando el autoengaño te distorsiona todo. El autoengaño forma parte del auto-boicot, que es un arma para hacerse la guerra a una misma. Hacerse auto-boicot es, por ejemplo, enamorarse siempre de personas que nunca se van a enamorar de ti, o de personas que no te convienen, o engancharse a relaciones que no van a ningún lado. 

Auto-boicotearse es tratarse mal a una misma: es ponerse una misma los obstáculos, fabricarse los miedos, exponerse al dolor más absoluto. Algunas veces llegamos a unos niveles de violencia espantosos buscando la manera de hacernos daño y de ser infelices, por eso es tan importante trabajar en mejorar la relación con una misma. Porque batallar en dos frentes (el primero en el que tú te haces daño a ti misma, y el segundo en el que te hace daño la otra persona), es demasiado duro, y a veces nuestra mente y nuestro corazón no lo soportan.

Sucede que cuanto más te quieres, menos te torturas, menos te castigas, menos te auto-lesionas, menos te destrozas la vida. Si trabajas tu autoestima y aprendes a quererte bien, entonces vas a luchar siempre por tu bienestar, vas a alejarte de la gente dañina, vas a buscar buenas compañías, vas a escucharte y a  confiar en ti, vas a facilitarte la vida, vas a protegerte, vas a mimarte y vas a alejarte rápido de relaciones que se están terminando, que no te hacen bien, que no te hacen feliz. 

Cuidarse bien es también saber poner límites a los demás, aprender a decir no cuando algo no te está sentando bien, no dejarse manipular por los demás. Cuidarse bien a una misma es no hacer tuyos los problemas que tienen los demás: cada cual ha de hacerse responsable de sus dolores, sus miedos, sus traumas: bastante tenemos con los nuestros, no podemos cargar con los de los demás porque somos humanas, no somos seres invencibles.

Cuidarse es no meterse en guerras románticas que no sirven para nada, es ahorrarse situaciones dolorosas, es no permitir que nadie te haga daño, ni consciente, ni inconscientemente. Tanto el tiempo como la energía son tesoros y no son ilimitados: no podemos malgastarlos en relaciones que no van a ninguna parte, o en personas que no merecen la pena.

La vida es muy cortita, y sólo tenemos una: ya que vamos a estar un rato, que sea al menos un buen rato. Que no se nos vayan los meses y los años esperando milagros románticos, ni apariciones estelares, ni se nos vaya la energía en luchar contra nosotras mismas. 

Hay dolores que no pueden evitarse, como la pérdida de un ser amado. Pero hay otros muchos que sí pueden evitarse, por eso es tan importante que nos sintamos libres para unirnos a quien queramos, o para separarnos cuando la relación no nos hace bien. Y hay que hacerlo con rapidez: cuanto menos sufrimiento soportemos, mejor. El sufrimiento va mellando nuestra salud emocional hasta que nos destroza, no es gratuito. 

Hay que evitar sufrir, porque es el germen de todas las enfermedades mentales. Tenemos que ser adultas y responsables de nuestra salud, tenemos que tomar las riendas de nuestro bienestar emocional y mental, tenemos que aprender a tomar decisiones que nos ayuden a estar bien. Hay que usar el sentido común, y responsabilizarse de lo que hacemos, lo que sentipensamos, y lo que decimos: la clave es trabajar la honestidad y la coherencia en el ámbito de los sentimientos. 

No estamos condenadas a sufrir por amor: podemos adoptar un ritmo lento en el enamoramiento para poder pararnos a leer las señales, evaluar si nos merece la pena empezar una relación, podemos darnos consejos sensatos a nosotras mismas, podemos pedir ayuda si nos cuesta pensar con claridad a la gente que nos quiere. Podemos mirarnos con amor, tratarnos bien, evitarnos problemas. Podemos ser prácticas y sensatas en el amor, podemos decir "No", podemos echar marcha atrás cuando queramos, podemos evitar el autoengaño y el auto boicot, podemos elegir las mejores compañías, podemos poner en el centro nuestro bienestar y nuestra felicidad.  

Cuidarse a una misma y cuidar a las demás es uno de los actos de amor más nobles yrevolucionarios que podemos llevar a cabo en la vida. Cuidar a las que cuidan, cuidarnos y dejarnos cuidar por las compañeras: si el patriarcado nos quiere locas, enfermas, destruidas, nuestra venganza es ser felices. Si el patriarcado nos quiere sufridoras y dolientes, nuestra mayor rebeldía es alimentar la alegría de vivir. Si nos quiere dependientes y sumisas, si nos quieren llenas de miedos y de celos, tenemos que empoderarnos, cultivar nuestra autonomía, construir redes de apoyo, cuidados y amor. 

Querernos bien es bueno para la salud: cuanto más nos cuidamos, más libres, autónomas, empoderadas estamos. Cuanto más nos queremos, más fácil nos resulta querer a los demás: si aprendemos a cuidarnos, podremos cuidar más a los demás. Tener una buena salud mental y emocional nos permite construir relaciones de pareja más bonitas, más alegres, más divertidas, igualitarias, sanas y placenteras: si estamos bien, podremos dar lo mejor de nosotras mismas y disfrutar del amor, que al fin y al cabo es lo más hermoso de nuestras vidas: los afectos que construimos con la gente a la que queremos.



Coral Herrera Gómez



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26 de junio de 2017

Receta para reproducir el patriarcado en nuestras luchas contra el patriarcado


1. Discriminar y etiquetar a la gente para diferenciar quienes son de tu tribu y quienes no (nosotras versus las otras).

2. Usar categorías sobre estos grupos usando dicotomías: buenas/malas, víctimas/culpables, privilegiadas/no privilegiadas, opresoras/ oprimidas, etc.

3. Jerarquizar como a una le convenga, en escalas que van del desprecio al odio, de la admiración al amor total. Puedes poner a algunas personas de moda, proponerlas como modelo a seguir, escucharlas sin cuestionarlas, endiosarlas, reirles todas gracias, y después hundirlas si no siguen las modas o se desvían de la senda marcada por las directrices de... Puedes lincharlas en facebook, llamar a tu tribu para te apoyen y luego bloquearlas para siempre, y olvidarte de su existencia. 

4. Utilizar el pensamiento binario en todo momento junto con juicios de valor, generalizaciones, estereotipos y prejuicios: "Todas las blancas son racistas, todas las ricas son malas personas, todos los hombres son machistas, todos los chinos son, todos los catalanes son, todas las musulmanas son, todas las académicas son..." Da igual que conozcas o no personalmente a alguien: puedes etiquetarla y juzgarla como te plazca por su nacionalidad, color de piel, orientación sexual, religión, clase socioeconómica a la que pertenezca.

5. Utiliza conceptos cristianos como la culpa, el arrepentimiento, la confesión, la redención, el castigo, el sadismo, el masoquismo, el perdón de los pecados y la salvación eterna. Por ejemplo: "Soy cisexual y hetera, soy consciente de mi potencial opresor, me arrepiento profundamente, reniego de mi misma, me flagelo y pido disculpas públicamente para ser aceptada en el reino de los cielos"

6. Utiliza el paternalismo para explicarle a la gente qué debe hacer en el caso de pertenecer a los grupos enemigos: "Callaté, escuchame, habla cuando te pregunten, liberate, sé humilde, deja de follar con tal, prueba a follar con tal, trabajate esto, trabajate lo otro, asume tu desgracia por haber nacido así o asá, haz autocrítica, no protestes si te rechazo o te excluyo porque yo estoy más oprimida". 

7. Cuida mucho a las de tu grupo. Que haya muchos besos y abrazos apretaos en vuestras reuniones. Que el amor os una a todas y alivie la tensión cuando surjan rivalidades, luchas de poder y conflictos. Si no hay amor suficiente, divide el grupo en dos, tres, cuatro partes. Os quedaréis las mejores siempre.
8. Si alguien de los otros grupos no piensa como tú o habla de cosas que no te agradan, insultalá despiadadamente con categorías patriarcales tipo: eres una transfoba, eres una colaboracionista del machismo, eres lesbofoba, eres eurocéntrica, eres blanca, etc. Da donde más duele, así la conversa se convertirá en guerra y habrá más espectáculo, como en la tele. Cuanto más cruenta la guerra, más famosa te haces.

9. La autocrítica es siempre para las demás. Tú estás libre de patriarcado porque eres especial y porque tu feminismo te mantiene a salvo de cualquier comportamiento o pensamiento patriarcal. No, tú no usas el pensamiento binario, ni etiquetas, ni jerarquizas, ni te metes en luchas de poder, ni utilizas tácticas de guerra contra el enemigo o los enemigos, o las enemigas, o las víctimas del patriarcado que colaboran con el patriarcado amando a los opresores. 

10. Puedes justificar las guerras que empiezas y alimentas diciendo que te sientes muy ofendida y que lo haces en defensa propia. Combate el odio con más odio, y la violencia con más violencia, así es como se ganan todas las batallas en todo el mundo desde que empezó el patriarcado.

#AutocríticaFeminista #MásAlláDeLasEtiquetas #HumorFem

19 de junio de 2017

La honestidad y la masculinidad patriarcal

¿Por qué los hombres patriarcales mienten?, ¿por qué enamoran a las mujeres con
promesas de futuro y en cuanto las conquistan salen corriendo?, ¿por qué creen que
es normal e incluso necesario ocultar información a su pareja, pero no soportan que
ellas hagan lo mismo?, ¿por qué defienden tanto su libertad pero limitan la de su
compañera?
Collage: Señora Milton
Collage: Señora Milton
¿Por qué un hombre puede ser buena persona con todo el mundo menos con su pareja?, ¿por qué los puticlubs están a rebosar de hombres casados todos los días de la semana?, ¿por qué en algunos países es habitual que los hombres tengan dos y hasta tres familias cuando han prometido ante el altar o ante el juez fidelidad hacia su pareja oficial?…
En las guerras del amor todo vale, porque es la batalla más importante de la guerra de los sexos. El régimen heterosexual está basado en un reparto de papeles en el que los hombres llevan siempre las de ganar: ellos diseñan e imponen las normas para que las cumplan ellas. Pactan monogamia, juran fidelidad, prometen ser sinceros, y en cuanto pueden juegan sucio y se enredan en cadenas de mentiras.
Las mentiras son consustanciales a la masculinidad patriarcal. El engaño y la traición a los pactos acordados es la consecuencia de firmar un contrato en el que aparentemente jugamos en igualdad de condiciones, pero en la realidad está diseñado para que nosotras seamos fieles y esperemos en casa mientras ellos se lo pasan en grande. La monogamia, pues, es un mito que crearon para nosotras, muy útil para asegurar su paternidad y la transmisión del patrimonio, y también muy útil para domesticarnos y encerrarnos en el espacio doméstico.

En la batalla del amor hetero el pacto es: “Yo no tengo sexo fuera de la pareja, tú tampoco”. Nos limitamos los dos, renunciamos los dos a la libertad sexual, o mejor: ellas creen que ellos se comprometen a cumplir con esta auto-prohibición. Pero no: la estrategia es que las mujeres nos auto-censuremos mientras ellos hacen lo que les apetece sabiendo que gozan de una relativa impunidad y que serán perdonados.
En esta guerra de los sexos, ellos llegan armados hasta los dientes, las mujeres vamos desnudas y enamoradas. Ellos juegan con ventaja y casi siempre ganan: la doble moral nos echa la culpa, y a ellos les disculpa. Para poder disfrutar de la diversidad sexual y amorosa típica del macho, los hombres saben que deben defender su libertad mientras limitan la de sus parejas. Y para ello tienen que prometer mucho, mentir, engañar y traicionar a las enemigas.
Porque las mujeres jamás somos las compañeras: nos tratan como a las adversarias a las que hay que seducir, domesticar, y mantener engañadas con el rollo del romanticismo y las bondades de la familia patriarcal.
Sigue leyendo...

Lee todo el post en Pikara Magazine: 
http://www.pikaramagazine.com/2017/06/honestidad-masculina-amor-romantico/#sthash.qaAoZI8m.dpuf

12 de junio de 2017

Consultorio Sentimental en Revista Cáñamo



Desde hace un año llevo un Consultorio Sentimental en la Revista Cáñamo, y ya tenemos lista la versión web con un formulario para que envíes tus preguntas. Si dejas tu mail, te envío la respuesta a tu correo antes de publicarla:

https://www.canamo.net/cultura/consultorio-sentimental

11 de junio de 2017

El feminismo contra los hombres

#NoEsContraLosHombres La lucha feminista quiere acabar con el patriarcado, no con los hombres. No perdamos más tiempo en alimentar la guerra de los sexos discutiendo sobre lo malas que son las mujeres o sobre si son peores los hombres. No es un pelea de un grupo contra otro ni un concurso para ver quién tiene más puntos. 

El feminismo es una revolución: queremos un cambio radical del mundo en el que vivimos. Queremos analizar, desmontar y desaprender el patriarcado. Transformar nuestra manera de relacionarnos y de organizarnos social, política, económica, sexual y emocionalmente. Despatriarcalizar la cultura, el amor, las leyes, las religiones, la Ciencia, la salud, la educación, los deportes, las instituciones, el erotismo y el deseo. Queremos liberar a las emociones y sentimientos de toda la carga patriarcal, liberarnos de los roles y los mandatos de género. 

El patriarcado es una estructura basada en las jerarquías, la dominación y la explotación de unos pocos sobre los demás. Es una ideología, una forma de ver y de vivir en el mundo. Y lo impregna todo: nuestras creencias, nuestra sexualidad, nuestra forma de pensar y relacionarnos. Muchas mujeres son machistas porque está dentro de todos nosotros y también de todas nosotras. 

Las feministas no odiamos a los hombres ni a las mujeres machistas: lo que queremos es acabar con el machismo. El machismo que mata, que somete, el machismo que viola, el machismo que nos jode la vida a todas: mujeres, niñas y niños, animales, plantas, tierra y naturaleza. El feminismo trabaja para construir un mundo más pacífico, igualitario, y amoroso para que todas las personas podamos tener las mismas libertades y los mismos derechos. Un mundo diverso en el que las mujeres seamos libres y podamos vivir sin miedo. La lucha feminista es puro sentido común: es por una vida mejor para todxs.

Los hombres también vivirían mejor sin machismo, y algunos lo saben, por eso hay hombres feministas que también se despatriarcalizan individual y colectivamente. Son pocos: los hombres tienen que ponerse a la tarea, es muy urgente despatriarcalizar las masculinidades.

#OtrasMasculinidadesSonPosibles #MachismoMata#ADespaTriarcalizar
#VivasNosQueremos #Sororidad

El rechazo al feminismo: ignorancia, odio y miedo al cambio

El feminismo genera tanta resistencia y tanto odio porque es un movimiento revolucionario que quiere romper con el orden establecido.

A la gente le da miedo cambiar, le aterra lo desconocido, y se siente atacada cuando ve que hay otras formas de vivir, de pensar y de actuar. La gente se aferra a la tradición  porque no quiere salir de su zona de confort, ni cuestionarse a si misma, ni se ve capaz de hacer cambios personales y ni participar en los cambios colectivos.

Aunque haya tanta gente ignorante que no sabe lo que son los feminismos, aunque haya tanta gente perezosa, miedosa, conservadora, y reaccionaria, afortunadamente somos muchas las valientas que queremos transformar la sociedad y trabajar por un mundo mejor junto a otras valientas. Los hombres y las mujeres machistas no tienen nada que hacer: el cambio es imparable. Nosotras podemos hacer autocrítica para hacer que el feminismo sea más grande, poderoso e inclusivo. Ellos solo pueden rabiar, insultar y repetir una y otra vez los mismos argumentos en contra de la igualdad, los derechos humanos de las niñas y las mujeres, y el feminismo.

No importa lo mucho que se resistan: somos cada vez más luchando contra el patriarcado, la discriminación y la violencia. No nos van a parar unos cuantos amargados resentidos.

#SinMiedo #HaceFaltaFeminismo #FeminismoRevolucionario #LosDerechosDeLasMujeresSonDerechosHumanos #VivasNosQueremos

9 de junio de 2017

Sobre la guerra contra las mujeres en Centroamérica y México

Cuando fui a España me emocionó mucho ver grupos de niñas jugando en los parques, grupos de chicas adolescentes riendo y paseando con tanta libertad por la calle, grupos de mujeres enfiestadas moviendose de un bar a otro, cantando a grito pelado, borrachas y felices de celebrar juntas la vida.

Acá en Centroamérica y en México millones de niñas y adolescentes viven encerradas en sus casas, sobre todo en sectores populares, sin poder jugar, ni salir con las amigas, ni echarse novio o novia. Solo pueden ir a misa con sus madres y rezar para que no les pase nada.

Los peligros para ellas son múltiples: que se queden embarazadas de sus novios (casi ninguna tiene acceso a educación sexual ni a anticonceptivos, por eso les prohíben tener novios), que las secuestren y las esclavicen para trata (se las llevan a Europa y despues de explotarlas las matan), que las capten las pandillas o las maras y tengan que someterse a los líderes y a las violaciones en grupo. Para ellas ir a la escuela es un peligro: en algunos sitios cuando acaban las clases tienen que agarrarse las unas a las otras para que no se las lleven hombres armados que van a cazarlas.

Sin embargo, quedarse en casa también es un peligro: la mayor parte de los violadores de niñas son sus padres, padrastros, hermanos, tios, o abuelos. Si se quedan embarazadas, las echan de casa. Si tratan de abortar, pueden morir, enfermar, o ir a la cárcel.

Esta es la realidad de las niñas y las jóvenes en muchas partes de América Latina: no pueden estudiar, no pueden trabajar, no pueden viajar, no pueden salir a bailar, no pueden tener amigas. Todas están en peligro: sus vidas no valen nada. Nadie las protege, las instituciones miran otro lado, la prensa las culpabiliza.

Esto es una guerra total del Estado, los jueces, los policías, los médicos, los periodistas, los traficantes y proxenetas, las maras, los familiares y los curas contra las niñas y las jóvenes. Es una guerra en la que las victimas van sin armas y sin conocimientos de autodefensa: si se les ocurre organizarse para protestar contra la violencia que sufren, las queman vivas como pasó hace un mes en Guatemala.

Esta es la razón por la cual me dan ganas de llorar cada vez que oigo a alguien decir que ya no hay machismo, que las mujeres ya somos libres y tenemos los mismos derechos que los hombres, y que no hace falta feminismo.

#EsUnaGuerra #NiñasPrisioneras #EstadosFeminicidas #MachismoMata #VioladoresImpunes #NegacionismoMata #ViolenciaDeGénero #LaGuerraContraLasMujeres

4 de junio de 2017

El amor total: incondicional y para siempre

The Kiss", David Walker, Street Art in London Town.


En el Laboratorio del Amor y en mis talleres hablamos mucho sobre la necesidad de tener pareja, y lo difícil que es no soñar con tener un compañero o compañera con la que compartir la vida. Muchas de nosotras somos mujeres autónomas y empoderadas que vivimos solas, somos independientes económicamente, y tenemos una buena red de afectos. Somos felices con las familias de sangre y las familias que vamos construyendo a lo largo de nuestra vida, pero ninguna renunciamos al sueño de encontrar alguna vez el amor total, el amor en su más pura esencia, ese amor eterno que no cambia, ese amor leal que no traiciona, que no duele, que no se agota. 

La cultura romántica nos seduce con la idea de que ese amor ideal podemos encontrarlo en la pareja, pero la realidad es bien diferente a la ficción romántica. Las relaciones de pareja no son tan maravillosas, ni tan fáciles, ni tan perfectas como en los mitos. Por eso a veces nos pasa que incluso teniendo pareja seguimos soñando con el amor absoluto, con la llegada inesperada de ese alguien que nos quiera incondicional y eternamente, que nos quiera tal y como somos, que quiera estar siempre con nosotras, que nunca se vaya de nuestro lado, que su querer no se deteriore, no cambie, y no se termine. Esa persona que nos haga compañía hasta el final de nuestros días, que esté en las buenas y en las malas, que no se canse de nosotras, que nos apoye en todo, que nos acune cuando el mundo se nos viene encima. Esa relación que nos de estabilidad, que nos haga sentir seguras, protegidas, cuidadas. 

Y si, podemos encontrar un compañero o una compañera de vida que nos quiera un ratito (un mes, un año, diez años, cuarenta años), pero el enamoramiento y la fascinación mutua no duran para siempre. El amor crece, se transforma, evoluciona, porque es está vivo y cambia con el paso del tiempo. El amor crece, florece y se marchita. Se contamina, se estropea, y a veces se acaba, como todo en la vida. Otras veces crece, se hace inmenso y resiste a la distancia, al tiempo y a la muerte.

Podemos deconstruir los mitos del amor romántico patriarcal, pero es bien difícil quitarse del inconsciente el sueño del amor total. Aunque ya sabemos que no existe el amor perfecto, que el amor se va construyendo, que no dura para siempre, que hay que disfrutarlo mientras exista, que no es la única fuente de felicidad.... ahí sigue en el fondo de nuestro alma el deseo de vivir acunadas por el amor eterno y perfecto. 

Las religiones también nos seducen con la idea de que sus dioses nos aman así, sin condiciones, para siempre. En todos los mitos y los ritos nos aseguran que Él nunca nos fallará, que siempre nos protege, que nos cuida desde el cielo, que se preocupa por nosotras, que nos concede todos los deseos que le pidamos, y que podremos saludarle y permanecer junto a Él cuando muramos y alcancemos la vida eterna. Hay gente que encuentra mucho consuelo en esta relación con Dios, y que sienten que la devoción y el amor es recíproco. Pero también hay mucha gente que no tiene fe y sigue buscando este amor ideal. 

La necesidad de ser amada de una manera absoluta nace con nosotras, surge en el mismo momento en el que salimos del vientre materno. Somos crías inmaduras, incapaces de caminar y de comer por nosotras mismas. Nacemos vulnerables, frágiles y dependientes de la madre o las personas que nos cuidan. El instinto de supervivencia es lo que nos mueve: nos da pánico quedarnos a solas porque cuando nos abandonan en una habitación no sabemos si van a ser dos minutos, dos horas, dos días o si nos van a abandonar para siempre. 

El único mecanismo que tenemos para sobrevivir cuando somos bebés es llorar cuando tenemos miedo, cuando necesitamos calor y protección, cuando tenemos hambre o cuando sentimos dolor. Necesitamos sentirnos cuidados, protegidos, y queridos constantemente. Necesitamos amor, agua, alimento, abrigo y un techo para cobijarnos. Necesitamos tener la certeza de que mamá, papá o la persona cuidadora nos va a calmar el hambre, el sueño, el frío o el calor, el dolor. Necesitamos que nos vigilen y nos curen cuando nos enfermamos, que nos protejan de los depredadores y nos defiendan de los peligros. 

Todos necesitamos sentirnos queridos y acompañados, y si no logramos cubrir estas necesidades básicas, nuestro cerebro y nuestro sistema emocional se dañan. La mayor parte de las enfermedades mentales y emocionales tiene que ver con el sufrimiento que nos causan las relaciones humanas. 

No todas las madres y los padres son seres amorosos que nos cuidan y nos protegen. A veces no hay madres ni padres, a veces las personas encargadas de cuidarnos no nos quieren. Cuando salimos al exterior después del parto nos encontramos con un sistema obsesionado en separarnos de la mamá y del papá, o nos encontramos con mamás que fueron obligadas a parir sin quererlo, o nos encontramos con que somos producto de violaciones y abusos sexuales a menores. Nos podemos encontrar un hogar lleno de amor y de cariño, o un hogar lleno de violencia y malos tratos. En cualquiera de los casos, los adultos seguimos siendo bebés que necesitan desesperadamente que los amen.

La carencia de afecto es el mayor de los sufrimientos que experimenta el ser humano, junto con las pérdidas. Por eso nuestra vida se desmorona cuando un ser querido muere. Nos duele mucho tener que despedirnos para siempre de la gente a la que amamos, nos duele ver a los demás sufrir. Nos duele muchos cuando nuestra pareja decide seguir su camino a solas, o con otra persona. 

El miedo al abandono, al rechazo y a a la soledad son sentimientos universales. Vivimos en un mundo muy individualista, violento y cruel. Incluso si hemos tenido una infancia rodeadas de amor, lo cierto es que nos pasamos toda la vida anhelando ese amor-fusión que sentíamos en el vientre materno. Allí la unión era total: no había hambre, ni miedo, ni frío. Todo el día escuchando el corazón de mamá latir, todo el día sintiéndonos acompañadas, cada segundo del día. 


Por mucho que intentemos matar al bebé y al niño o a la niña que fuimos, en todos nosotros permanece la necesidad de amor y atención: incluso la gente más antisocial necesita ser cuidada cuando enferma o cuando ya no puede valerse por si misma. Dependemos de los demás al principio y al final de nuestras vidas, y durante el transcurso de nuestra corta existencia, todos necesitamos compañía porque somos animales gregarios, seres sociales cuya supervivencia depende de las redes humanas de cuido, apoyo, colaboración y afectos. 
Además de esa red de afectos, muchos sentimos añoranza de esa unión total que experimentamos antes y después de nacer, esa fusión absoluta en la que no sabíamos que eramos dos, sino que sentíamos que eramos una. Da igual si lo experimentamos cinco minutos o cinco años de nuestra vida: todas, todos soñamos con ser queridos así, sin condiciones, sin peros, sin obstáculos, sin miedos. Ser amados por lo que somos, tal y como somos, con nuestras virtudes y nuestros defectos. 
Ese amor puro, eterno e incondicional en realidad no existe. No somos seres perfectos, nuestra forma de querernos tampoco lo es. Nunca el amor puede ser eterno porque nosotros no lo somos. No somos el centro del universo de nadie porque el tenemos muchas relaciones y porque el centro de tu vida eres siempre tú misma. Cada una tiene su vida, sus afectos, sus circunstancias, sus miedos, sus traumas, sus necesidades...

Las relaciones humanas son conflictivas, y a veces, muy dolorosas. La interacción requiere negociación, capacidad de ser empática y asertiva, capacidad para comunicarnos y para llegar a acuerdos, habilidades para no utilizar la violencia física y psicológica cuando tenemos un problema. Todas las relaciones humanas pasan por períodos difíciles, luchas de poder, desencuentros, conflictos... a veces se transforman, y otras veces se acaban. No es fácil mantener una relación sana y viva durante muchos años, por eso algunas se terminan. Porque no somos felices en ellas, porque no encontramos el modo de entendernos, porque no respetamos los pactos que hemos acordado, porque estamos mejor separados.
Cuanto más idealizamos el amor, cuanto más le pedimos al amor, más nos decepcionamos. El amor en realidad no es un producto acabado, es una forma de relacionarse con el mundo, y por eso hay que construirlo, y hay que disfrutarlo mientras dure. Está en constante movimiento, se multiplica, se reparte entre todos nuestros seres queridos, o los seres queridos de los seres a los que amamos. El amor no se compra, no se vende, no se exige, no se mendiga, y no se encierra en una sola persona. 
Creo que lo único que podemos hacer es aprender a convivir con esa necesidad de amor total. 

Y disfrutar de la compañía de la gente que nos quiere. Puede que el amor de la gente de carne y hueso no sea tan intenso, ni tan puro, ni tan perfecto como ese amor total, pero es lo que da sentido a nuestras vidas: los afectos, la interacción con la gente. Las redes sociales en las que trabajamos, aprendemos, compartimos, crecemos, deseamos, amamos, intercambiamos fluidos, saberes y objetos, celebramos la vida, luchamos por nuestros derechos. Estas redes humanas en las que construimos nuestra identidad, aprendemos a querernos, a convivir, a respetarnos, a colaborar, a trabajar en equipo. 
Por último, otra fuente de amor y compañía hermosa: tú misma, tú mismo. La vida es más fácil y placentera cuando te llevas bien con la persona que te acompañará de la cuna a la tumba, y cuando logras formar equipo contigo misma. Cuidarse, tratarse bien, hablarse con ternura, escucharse con atención, darse consejos, idear estrategias, tomar decisiones en conjunto... hacerse compañía y quererse bien a una misma es delicioso, y mitiga en parte ese anhelo del amor total, tan humano y tan universal. 
Coral Herrera Gómez

3 de junio de 2017

Ser buena persona

Una de las cosas más placenteras del mundo es liberarse del miedo a la tiranía del "qué dirán". Me costó, pero ahora no me importan los puntos del femistómetro (me da igual si los demás me ven demasiado o muy poco feminista, si me ven moderada o radical), ni me importa mucho si la gente piensa que estoy más gorda, que no me arreglo o que me arreglo demasiado, ni si opinan que soy buena o mala madre. Ya me voy liberando del cabreo que me da que gente que no me conoce me etiquete y me encajone en categorías con las que no me siento identificada. Cada cual te mira con su amor o su odio, con sus miedos y sus prejuicios, con sus creencias, sus complejos de inferioridad o superioridad, y no es mi problema. 

Lo único que me importa es que mi gente, la gente con la que me relaciono, la gente a la que aprecio y quiero, me vea buena persona. Porque eso si me parece importante: ser buena persona. Me lo trabajo cada día para intentar ser honesta, solidaria, generosa, amorosa, comprometida, luchadora, con capacidad para la praxis del buen trato, la empatía y la autocrítica. 

Trabajar en ser mejor persona es un proceso permanente, un trabajo para toda la vida que sólo se demuestra en la práctica, en la vida cotidiana y en la interacción con la gente 
 #LiberarseDelQuéDirán#SerBuenaPersona

1 de junio de 2017

El odio a los hombres y los feminismos

Si, hay feministas que odian a los hombres. Pero es a titulo personal. No hay ningún movimiento anti-hombres, ni teorías anti-hombres, ni colectivas anti-hombres. O al menos yo no conozco ningún feminismo que promueva el odio, el sometimiento y la aniquilación de los hombres en la actualidad. Sacadme de mi error si me equivoco, porfa. Gracias ;)

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